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Inventando.

Un espacio para contar historias

Desde el ático

  • Foto del escritor: Maki
    Maki
  • 15 may 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 20 may 2020


Todos los días busco la hora. Una hora para subir ático y revisar papeles y zambullirme en el pasado. La idea original era sacar las cajas, una docena más o menos, y botar todo en grandes bolsas de basura. Pero entendí temprano que ésta era mi última oportunidad de visitar el pasado antes que toda prueba tangible de su existencia desaparezca para siempre. Empecé y pensé que en dos o tres días le daba la vuelta al asunto. Llevo quince y aun no voy por la mitad.


Allí está todo. Toda una vida que solo importa a quién la vivió. Una vida retratada a cada paso, en cada año, en cada amor, en cada decepción, donde nada se había perdido. Una vida vivida en la época donde el papel servía de nexo no solo entre escritores y lectores sino para cada acto de nuestra vida, importante o no.


Descubro cientos de notas en papeles más o menos refinados o sencillos, algunas de amigos que fueron íntimos, otras de amigos que ya se fueron, unas pocas de gente que no tengo ni idea quienes eran. La lectura de las notas menciona detalles precisos perdidos en mi memoria. Hablan de fines de semana “inolvidables” en un marco que califican de “encantador”. ¿Quiénes son estas amables criaturas? ¿Dónde están hoy, cuando tanto se les necesita? Todas hablan de hospitalidad “inolvidable y generosa”. De golpe me siento poquita cosa ante tantas muestras de gratitud que no puedo justificar.


¿Así de cortés era la gente? ¿Así era de amable y discreta, cuidando los sentimientos de los demás, buscando preservar los lazos que unen a las personas? ¿Dónde se fue ese mundo? ¿Huyó detrás del papel y se llevó los buenos sentimientos hoy reemplazados por la vulgaridad, el salvajismo y la fealdad? Lo que sí me queda seguro, mientras termino la lectura de cada una de ellas y las confío al olvido para siempre, es que ese mundo no está más. Es solo justo que la pandemia que barre con todo lo conocido, barra también con esto.


Allí encuentro 40 tarjetas de cumpleaños enviadas por mi hermana, una por cada año. No me animo a botarlas pero sé que terminaré por hacerlo. Entre cientos de tarjetas de Navidad está la de una Paula joven y linda que no sé quién es, rodeada de su marido y niños. Por la fecha pienso que esos niños ya son hombres y mujeres adultos y me pregunto qué fue de sus vidas, que hacen, y si Paula fue feliz. Descubro una postal de Olivier quien me pone dos líneas y me dice que no logra olvidarme. No lo sabía. Igual Olivier ya no está más pero su mensaje me llega como un guiño de complicidad desde al más allá. Lucía me anuncia el nacimiento de Sofía y manda foto de su bebé. Miro la fecha. 1999. Sofía tiene 21 años y me encantaría conocerla pero no creo que sucederá.


 
 
 

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