top of page

Inventando.

Un espacio para contar historias

Dios ha muerto

  • Foto del escritor: Maki
    Maki
  • 29 nov 2020
  • 3 Min. de lectura

A primera vista parece un infundio, pero yo me inclino siempre a creer lo que me dicen y si uno escucha a una gran parte de la Argentina esto es lo que ha sucedido.


El día después de la muerte de Diego Armando Maradona, todos los titulares de La Nación, el diario inteligente, medido y conservador de Argentina parece confirmarlo.


“El círculo íntimo despide a Maradona”

“La autopsia reveló que Maradona tuvo un infarto mientras dormía”*

“El ídolo que no pudo gambetear a la política”

“Minuto a minuto con una vigilia, los fanáticos se preparan para el último adiós”

“Reconstrucción de las horas trágicas de un día que quedará en la memoria”

“Adiós a Diego y adiós a Maradona”

“Nápoles, la ciudad que no sale del shock”

“Diego Maradona nunca morirá”


No había otra cosa. La noticia estaba en todos los canales, incluyendo “Cocineros argentinos” donde me refugié cuando un locutor viejo y pelado comentando la muerte se puso a llorar a lágrima viva en vivo -cuando Walter Cronkite dio la noticia en la tele del asesinato del presidente Kennedy solo se le quebró la voz, nada más.

Allí me dio un poquito de vergüenza ajena, roche en peruano, y traté de esquivar el tema, pero inútil. Full cobertura en todas las señales.


Cierto que la leyenda es linda.


El Pibe de Oro morocho y bajito, nacido pobre en un barrio del conurbano de Buenos Aires con un talento extraordinario para la pelota, que llegó a jugar como los dioses y a ganar la Copa del Mundo para su país, es un cuento made in Hollywood. Irresistible.


Como también era inevitable que la cosa acabara mal, re mal. En una cultura del endiosamiento fácil, el Pelusa no tenía un chance.




Lo iban a rodear, mal rodear, lo iban a jalonear de derecha a izquierda, en realidad más a la izquierda que a la derecha, iban a convencer al Diez que siendo D10s podía hacer lo que le daba la gana. Vida loca, con mucha coca, mujeres y francachelas con mucho chupamedias: botar por la ventana la plata bien ganada junto con la familia mal cuidada es una receta infalible para acabar destruyendo todo.






Más allá de lo que hizo, y sí se divertía mejor para él, está el haber sido el peón iluso en un tablero que no conocía, salir a una cancha donde no sabía jugar. Víctima de sus adicciones se refugió en Cuba donde le prometieron cuidarlo y curarlo. No hicieron ni uno ni otro y regresó igual de adicto y con 3 hijos más, frutos de la casualidad, o no.

En todo caso, el niño pobre buscó y creyó encontrar en Fidel la figura de padre o de mentor; el viejo zorro sacó todo el rédito posible y si Maradona no se curaba al fin y al cabo no era su problema. Podía irse con el recuerdo 5 años de vacaciones como huésped ilustre de su linda isla con trago, coca y mujeres a voluntad y nadie que lo jorobara como en su casa. Si además Maradona se tatuaba a Fidel y al Ché y a todos los de la Sierra Maestra en el cuerpo, mejor que mejor.


De vuelta a la Argentina siguió captado por el poder esta vez en manos de una maestra de ajedrez como Cristina quién le dio voz y tarima para tener más pueblo y popularidad.

(Alberto Fernández trató de hacer lo mismo, pero juega menos ajedrez y Maradona no le dio tanta bola; ahora buscó sacar ventaja del muerto con el funeral de Diego y los 3 días que decretó de duelo nacional).



Mientras tanto su vida privada cada vez más desordenada se estaba yendo al crj con varias mujeres y un número indeterminado de hijos agarrándose de los pelos con insultos en las redes y batallas campales en la televisión, todo por plata; quizás alguno también por algo de atención y amor.

Una avant premiere de lo que se viene con la herencia.


El día del velatorio en la Casa Rosada adornada con crespón negro en la fachada y bandera a media asta lo que debía ser un triunfo del peronismo “terminó en caos, empujones, gritos y corridas con los fanáticos saltando en el Patio de Palmeras” la hinchada desbordada rompiendo el vallado y tirándose sobre el cajón.

La muerte de Diego Armando Maradona fue un reflejo de su vida: triunfo, desmadre y papelón. Ahora ha ingresado en el panteón de los dioses.


En millones de casas será entronizado en el lugar de honor, entre Santa Evita y el Corazón de Jesús, una religión panteísta-peronista propia de la Argentina donde la cultura nunca está lejos de la violencia y la superstición.





Comments


Volver

Vovler arriba

bottom of page