top of page

Inventando.

Un espacio para contar historias

¿Dónde te fuiste, George Clooney?

  • Foto del escritor: Maki
    Maki
  • 20 dic 2020
  • 3 Min. de lectura

Para salir de mi pueblo patagónico a cualquier parte del mundo se necesita muchas ganas y mucha paciencia. El viaje al Perú requiere la prueba PCR lo que a primera vista no parece ser muy difícil; caro, sí, difícil, no. Salvo que te das de narices con una situación Catch-22: “Antes del día no es el día, después del día tampoco”.


Pasemos por alto que Argentina viene de tener uno de esos feriados-puente que más se parece al puente sobre el rio Kwuai -largo, lento y totalmente inútil- donde nada funciona y nadie trabaja. Sábado, domingo, lunes y martes sin bancos y claro sin laboratorios.

Voy miércoles y un pibe muy simpático me dice “too soon. Si te la hago hoy es válida solo hasta el domingo y tú viajas al Perú el lunes. Ven mañana y la tienes sábado, a más tardar a las 8 de la tarde. Prometido”.



“¿Seguro?”


“Seguro”.

A mí eso me suena a cualquier cosa porque nadie trabaja sábado pero no me queda sino creer o reventar.La tipita que me hace el hisopado debió tener un antepasado español picador de toros porque barrena mi nariz y tres días después todavía me duele y respiro mal. (¡Con tal que no sea el famoso Covid!).Cuando me estoy yendo después de que se averiguó hasta cómo se llamaba el abuelito de mi mamá, le pregunto: “Y ¿adónde me van a enviar el resultado?

Allí se despierta. “Ah, sí. Dame tu mail” (¡?!) cosa que la niña procede a apuntar en un papelito suelto que de seguro se va a perder. Se lo repito 3 veces porque me doy cuenta que claramente está pensando en algo más importante. Llega el sábado y nada. El laboratorio ni responde, pero eso ya se sabía.

Finalmente llega el domingo, día que parto rumbo al aeropuerto más cercano -tres horas en coche- para volar a la capital y siempre nada de nada y la presión arterial en 17. En la ruta no hay señal y debo esperar llegar al aeropuerto donde a minutos de embarcar logro que un ángel llamado Luciano conteste el teléfono de la clínica y se comunique con el laboratorio -que claro está en OTRA ciudad- que ubique la prueba y que me la mande por mail.

No me llega.

Intento otra vez a Luciano ahora transformado en aliado, que me dice: “Ché. Es que tu correo estaba mal apuntado” (Esto también lo sabía; el drama con la edad es que ya no hay sorpresas). En el tercer intento, cuando la azafata hace gestos desesperados para que apague el cel y me suba al avión, con la presión seguro en 19, entra el mensaje a mi correo y me desplomo en el asiento.


Yo no duermo en los aviones, pues allí me dormí las dos horas.




Aterrizamos y contra las indicaciones de la azafata que pide que nadie se levante el tarado de adelante se para. El jean se le baja y a 10 centímetros de mi cara me enseña LA RAYA ENTERA del poto más grande y peludo que vi en mi vida –y uno algo de experiencia tiene- semejante a una aterradora criatura prehistórica. Chau distanciamiento social; lo único bueno es que por allí no se contagia el Covid.

Después de un larguísimo minuto el fulano se percata (¿sintió frio?) y se sube el pantalón. Por reacción se le baja la parte delantera por donde aparece su contrapartida: el rollo gigante de la enorme barriga cubierta de pelos negros que cae en cascada sobre el cinturón: esto ya no es una barriga cualquiera, esto es una alfombra shag.


¿Dónde estás George, cuando te necesito?


Al día siguiente en Ezeiza 4 colas para abordar el vuelo a Lima. 4 controles distintos.


En la zona de seguridad una agente graduada con honores de la Gestapo me increpa a los gritos que avance y me quite el abrigo.

Totalmente harta también le grito:


“¡Oiga! ¿O me quito el abrigo o camino? ¡Escoja!”


Latam canceló Business, pero cobra igual por Premium Economy.

Adiós cama y edredón. Adiós azafata que te cuelga el abrigo. Adiós juguito o champancito antes de salir. Adiós entretenimiento a bordo.Adiós desayuno caliente. Adiós todas esas cosas que me distraían y me quitaban un poco el miedo a volar.Ahora con suerte una botellita de agua, y “un sándwich de zucchini con salsa de tomate” (¡!?) en pan plástico, o “tajadas de jamón y queso” frías, sin pan. Té o café.



Todo en un Airbus 320 que seguro nunca hizo nada más complicado que el trayecto Paris-Niza. Su nuevo slogan es: “Latam: una nueva forma de viajar”; a mí que me den la vieja.



¡Regresa George Clooney! ¡Tráenos de vuelta el glamour!


Y de paso, trae tu avión.



コメント


Volver

Vovler arriba

bottom of page