El Síndrome de Estocolmo
- Maki

- 14 jun 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 2 jul 2020

Noventa días de encierro y de incertidumbre.
Empiezo a entender los bemoles del arresto domiciliario. Para redondear faena añádale el distanciamiento social y el miedo a morirnos.
Sin embargo crece un rumor insidioso que escucho más y más. “Yo ya me acostumbré”. “Por allí me sigo quedando en casa”. “Me gusta a la idea de vivir en pijama, de no maquillarme, de trabajar a distancia y de a ver a gente solo por Zoom, cuando quiero. Y al delivery”.
El limbo tiene sus encantos. Existimos dentro de una burbuja flotando en una especie de líquido amniótico donde el stress por encontrar un parking no existen. ¿Se acuerdan de la angustia de rezar, “Por favor Diosito, porfa, necesito un estacionamiento” y para cuando lo encuentras se te cruza un vivo y te lo quita? Allí nomás pico de presión, una vuelta más a la manzana y una semana menos de vida. Todo eso de momento quedó archivado.
Acostumbrarse fue lo que nadie lo vio venir.
Sin peluquería, sin cortes ni tintes, a todas nos alcanzó la edad de un porrazo. ¿El botox de Febrero? (buenísimo por cierto) gasto inútil. Las mujeres de cierta edad empezaron a parecerse a sus mamás y los hombres a Papa Noel. Sin Pilates a las más jóvenes se les aflojó la musculatura ganada a pulso. Uno abre el closet y se pregunta ¿Quién crj compró toda esta ropa? ¿Y para ir adónde? Chaquetas de piel (falsa), carteras de marca y stilettos (¿stiletti?) ¿Adónde iba uno así? Mejor quedarnos en la vida de crisálida. Si otra quiere ser mariposa, allá ella.
Así cómo en las muertes por accidente primero vino la negación: Qué va, esto solo le pasa a los chinos. Después rabia: me fregaron mis planes de a. vacaciones, b. fiestas, c. boda. Luego pena: ya no puedo abrazar a. hijos/nietos, b. amigos, c. novio. Ahora pasamos de la aceptación a la resignación. Nueva vida. Despertarse. Planning del día: homeschooling, hacer pedido por delivery, tratar de bañarse antes del mediodía, inventar algo nuevo -o mejor aún FACIL- para cocinar, no pelarse con el marido, novio, novia u otro roommate, tomar un tutorial, tratar de hacer la cama antes de volverse a acostar, buscar algo para leer, mejor Netflix porque no hay que pensar.
¿Antes le dábamos al celu como a bombo en fiesta hasta dejarlo sin batería? Y ahora, qué flojera hablar, ¿verdad? Si no hay nada que contar.
Comprendimos que no era cierto que nos vestíamos para nosotros, nos vestimos para el otro. O la otra. Que la ilusión es aquello que nos hace esperar que llegue mañana porque trae una promesa aún no cumplida. Que gran parte de la felicidad está en la anticipación. A mí que no me vengan con que nos enfoquemos en lo que haremos cuando vuelva “la normalidad”. ¡Cual normalidad! ¿La del pre 15 de Marzo? Esa se fue y no vuelve.
La gente me pregunta que adónde quiero viajar. Les digo que al pasado.
*Síndrome de Estocolmo. Reacción psicológica donde la víctima capturada contra su voluntad desarrolla un vínculo afectivo en su encierro.




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