En algún sitio, un pueblo
- Maki
- 4 oct 2020
- 4 Min. de lectura

Resulta demasiado fácil atribuirle toda clase de virtudes a la gente que vive en pueblos chiquitos y pensar que la vida en la gran ciudad automáticamente malogra a las personas. Demasiado fácil aunque sí hay mucho y muy bueno que decir sobre una vida diseñada a escala humana que toma en cuenta reales necesidades para alcanzar la felicidad y esa vida se encuentra más a menudo en el campo. Puedo dar fe porque vengo de pasar unos días deliciosos en un pueblito encantador en alguna parte de la campiña inglés.
Caí seducida por los pequeños y antiguos cottages, los setos y los jardines, los senderos entre prados silenciosos con solo cantos de pajaritos y la exquisita civilidad de la gente que saluda en la calle a propios y extraños.




Yo no solo soy extraña sino que antes que nada soy una enamorada del asfalto y me encanta la gran ciudad, la polis de los griegos, “esa ciudad-estado conformada idealmente con fines filosóficos”, y con algo de shopping también. Pero detesto ver las ciudades que quiero olvidar su rol y transformarse en vidrieras no solo de dinero, sino ¡hélas! de codicia, vanidad y pésimo gusto.
Todo empezó por dinero, la vanidad y el mal gusto vinieron después.

En los ochenta dejamos de construir iglesias y empezamos a construir grandes bancos.
Pasamos a adorar al dios-dinero y el banco se convirtió en templo. I.M. Pei diseñó la mejor catedral: el Bank of China en Hong Kong. Edificio asombroso.
Con solo verlo provocaba ponerse a rezar de rodillas.
Siguió la Pirámide del Louvre. Pei tenía una idea muy clara del objetivo de sus proyectos: hacerle ganar adeptos a sus clientes.
Cumplió. Los depósitos iban a uno y los visitantes al otro.

El Manhattan de hoy ha visto surgir un nuevo barrio, Billionaire’s Row, que enfila una serie de rascacielos flacos y altos, skinny como top models, donde el más alto sobrepasa los 472 metros y que echan sombra sobre una parte importante de Central Park, pulmón y corazón de Nueva York.
Los neoyorquinos no muy contentos con esta invasión de su espacio teniendo en cuenta que además muchos de los compradores extranjeros ni viven allí sino que usan los apartamentos como seguridad no vaya a ser que en un golpe de estado, o de fortuna, pierdan todo.
El foco cambió de: “¡Oye! Mira donde guardo mi dinero” a “¡Oye! Yo soy el dinero” y va en contra de la idea fundamental de Nueva York, la polis por excelencia, creativa, vibrante, multicultural ya que en el interior de Manhattan también habita un pueblo chico. Estos nuevos residentes le traerán mucha plata a la ciudad pero no añadirán nada a su alma. Datos que la propiedad inmobiliaria de alta gama últimamente ha caído en 40% dice algo sobre la arrogancia de desafiar a los dioses.
Hablando de lo cual hace poco me topé con un esperpento inmobiliario de altísima gama en mi ciudad natal que eleva la huachafería* limeña a nuevas alturas.

Una mezcla de Versalles kitsch, Jardines del Boboli y/o Villa d’Este el todo complementado con una colonnata al estilo Bernini que me dejó boquiabierta; al lado de esto el Trump Tower parece un Residencial. Ni hablar de escala. Allí uno se debe sentir como el enano irrelevante que es porque la imponente mole tiende a que el hombre desparezca en el mejor estilo fascista o estalinista-que para el caso es lo mismo. Lo otro alucinante es preguntarse ¿para qué país y para quienes está pensado este mamotreto? Tengo la esperanza que fuera un proyecto destinado a Dubai y que alguien se despistó y lo mandó para acá, a otro tipo desierto, con poca agua y mucho menos petrodólares. Eso sí, harta pobreza, desgraciadamente.


Este proyecto o es para algún jeque árabe o alguien ha detectado un surgimiento importante de “one percenters**” peruanos y les va a vender su sueño europeo con profusión de árboles ornamentales y chorros de agua.
Dios nos agarre confesados. Después no quejarse de cómo vota la gente.
Lo que sucede es que en un país con tanto 99% percenter empobrecido, que somos todos los demás, a mí me daría vergüenza pedirle al taxi que me lleve allí; seguro le digo "me deja acá en el esquina nomás, jefe”.
Lo grande no es necesariamente malo. Una avisada lectora me envió un video con el nuevo juego de luces de la Acrópolis. Extraordinario. Un monumento que no empequeñece al hombre sino todo lo contrario lo eleva, porque se hizo pensando en su espíritu y no en su plata.

Diógenes, quien dijo: “el crecimiento artificial es incompatible con la felicidad” estaba sentado desnudo dentro de su barril al borde del camino. Pasó Alejandro Magno y le dijo:
“Soy el hombre más poderoso del mundo. Pídeme lo que quieras”.
A lo que el filósofo griego le contestó,
“Muévete que me estás tapando el sol”
(*Huachafería, deliciosa palabra peruana, más bien limeña, que describe la cursilería, lo rebuscado y las ganas de aparentar más de lo que es.
** One percenter, que pertenece al 1% de la población norteamericana que individualmente posea más de mil millones de dólares; 99% percenters: todos los demás).
La de un poderoso al que pusieron en su sitio!!!
Buenísimo!! Diógenes qué gracioso! Me imagino la cara de Alejandro Magno🤔