Ensayo y Error*
- Maki

- 22 jul 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 jul 2020

Mi primer ensayo fue un fracaso total, producto del error de una principiante. Al comprar una casa en el campo en Francia, dos cosas, en las que nunca había pensado, se volvieron
importantes:
Plantar un jardín y aprender a hacer mermeladas.
Lo primero será materia de otra columna (adelanto que en una escala de 1 a 10 me he convertido en una jardinera 8) lo segundo es el tema de hoy.
Ya instalada en La Petite Verronniere, una casa encantadora si jamás hubo alguna, mi amiga C. y yo intentamos nuestra primera mermelada. De frambuesa (para entonce había comprado en Paris todo el kit para lograr la mermelada perfecta. He aquí arriba parte de la panoplia de imán, tenazas y pinzas para este fin).
Con C. compramos tres cajitas de frambuesas, las pusimos a hervir con agua y azúcar dentro de una olla impresionante con fondo de cobre, especial para la operación mermelada. En pocos minutos vimos descender el nivel de fruta hasta convertirse en un pequeñito puñado rojo. El novio de C. un petrolero tejano millonario como la mayoría de los petroleros tejanos, llamaba cada 10 minutos a ver cómo iba la operación mermelada ( y a chequear a C. porque el tejano aparte de ser millonario era casado y vivía aterrado que la linda C. se fuera con uno menos rico pero más disponible) y preguntaba "cuanto galones van a salir, dahlin'"? (En serio: allí si había para medio frasco era mucho).
Después aprendí pesos y medidas.
Una de mis recetas favoritas es la mermelada de albaricoque, menta y jengibre.


Los resultados se aprecian en la próxima foto y a pesar que no son tan vistosos como la foto del libro de mermeladas que me regaló mi amiga Y. garantizo que sale deliciosa.


La segunda receta de la casa es la mermelada de cerezas negras. Eso y matar un chancho para hacer morcilla es lo mismo porque uno acaba teñido de morado de arriba a bajo y el teñido debajo de las uñas dura días. Aquí mejor es tener a mano una camisa vieja, un mantel de hule y un marido complaciente que se manda la mitad del trabajo. Sale francamente deliciosa.

Mucha paciencia y empeño, pero el resultado bien vale la pena.


Ahora con la cuarentena mi marido agarró viaje y se lanzó a la mermelada de manzana con piña (aquí haya harta manzana pero cero piña, o sea que piña de lata nomás. Total todo es fruta cocida, ¿no?)

Esta vez se consiguió un ayudante o por lo menos un acompañante porque el tema, con todas las mermeladas, las con fruta de lata y las con fruta fresca, es darles PUNTO.
Allí hay que tener mucha paciencia, templanza, suerte o mejor aún experiencia porque la mía es que la mitad del tiempo la cosa te queda muy líquida y la otra mitad se te te pega al fondo de la olla y todo huele a azúcar quemada. Un horror. Al fin y al cabo la fruta necesita muy poquita agua. Un chorrito y basta. Si hay demasiado líquido sacarlo con un cucharón y ponerlo a hervir en una olla chica; como ya no hay fruta es más fácil que de punto y quizás sale un frasco de "jelly".
Cuando sale justo en su punto es una delicia, como jugar la cancha bajo par. Las francesas nunca lo admitirán pero la mayoría le pone "Vite Pris" que es como una gelatina que al instante le da el punto perfecto, sin tanta algarabía . A los que piensan hacer mermeladas recomiendo "vivement" comprar una cajita de "Vite Pris" en el primer viaje post pandemia a Francia.

Hacer mermelada es un arte, menor de acuerdo y muy embarrador, pero arte al fin. Toma tiempo de aprender pero como dice el proverbio: "El tiempo solo respeta lo que se hace con el tiempo"
Mientras tanto no desmayar e intentar ensayo error, error y ensayo hasta darle en el clavo.
*Si quieren recetas favor escribir al inbox del blog. Gracias.




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