Entre lo otro y nosotros
- Maki
- 6 dic 2020
- 3 Min. de lectura

Cuando empezó la pandemia lo que más se escuchaba era gente preguntarse, “¿Cómo será la vida después?”. Según de quién se tratara te decían, “será mejor, no que va: será igual, o: será totalmente distinta”. Cada uno veía, lo que pronto se empezó a llamar “la nueva normalidad”, de manera diferente.
Hoy tenemos una mejor idea de cómo se han ido acomodando las cosas y hemos incorporado varios elementos -en realidad un montón- a la nueva normalidad que ha llegado para quedarse.
Las cosas nuevas que más saltan a la vista son el teletrabajo, las reuniones por Zoom, las fiestas virtuales, la educación a distancia, las bodas con 15 personas, las exposiciones no presenciales, las compras online y el delivery. Vacuna o no vacuna casi nada de esto se va a revertir; si posible se va a acentuar y perfeccionar, bueno excepto las bodas aunque está visto que las mini-bodas también tienen sus fans y los mega-matrimonios -ahora si confirmado- son el súmmum de la huachafería. Ya sabemos cómo es el mundo que hace menos de un año no podíamos imaginar, lo que nadie nos dijo –o yo no estaba escuchando- fue cómo íbamos a ser nosotros.
Nos creíamos inmutables caminando hacia al futuro a nuestro propio ritmo y de golpe ¡paff! la vida nos pegó un empujón olímpico hacia adelante.
Estamos entrando en lo que se siente como 2025 sin darnos cuenta. De todo lo extraordinario -lo que seguro se llamará la Gran Pandemia del 2020*- lo más sorprendente habrá sido que se juntaron la tecnología y la peste para fusionar la velocidad del sonido con la velocidad la de la luz.
“Los ingenieros de Intel calcularon a grandes rasgos que habría sucedido si un Volkswagen de 1971 se hubiese desarrollado con la misma rapidez que un microchip. Hoy el Beetle andaría a 600 mil kilómetros por hora. Un galón de gasolina rendiría 3,5 millones de kilómetros y el coche costaría 4 centavos” (Thomas Friedman, “Thank you for being late” 2016).


Así mismo me siento yo, como un Volkswagen Beetle 1971.
Recorrí 5 años en 10 meses, rindo mucho más con menos y no valgo más de 4 centavos. Yo era alguien que tomaba un avión con cualquier excusa; una vez de Londres a Madrid para almorzar y otra a Lima por 48 horas para estar con mi mamá enferma y regresar a trabajar el lunes a Paris. Mis vacaciones eran largas y deliciosas, en destinos idílicos y de fácil acceso. Viajaba también dentro de mis ciudades favoritas visitando vitrinas o galerías, cines y teatros, comiendo donde me agarraba la hora.
Nada de eso se volverá a hacer con la despreocupación de antes. El tiempo se volvió el commodity más precioso y hay que ver cómo se invierte, si en cosas o en personas. ¿Qué vale más? ¿Los lugares o los amigos? ¿Ir a visitar a alguien que nos hace falta o irse a visitar las Petronas? ¿Que no es excluyente? Claro que sí. Todo demanda esfuerzo, imaginación, dinero y tiempo. Donde ponemos el foco es lo que importa y es lo que ha cambiado. Se puede vivir sin nunca conocer el Nilo -que hoy se puede visitar virtualmente- pero se vive mal sin esa risa y ese abrazo que extrañamos a muerte.
Yo opté por el turismo afectivo


Nuestros hábitos de consumo ¡huepa! esos sí que dieron un vuelco. La salida de Trump pone punto final oficial a la era Reagan, esa era de consumo conspicuo que Malcom Forbes definió como “él que se muere con más juguetes, gana”. La industria del lujo ha visto a Bernard Arnault el hombre más rico de Europa y el patrón de LVMH convertirse en el individuo que másdinero perdió este año en el mundo.
Este disparate tiene que parar. Porque Ud. amable lector, ¿pagaría 495 libras por unos mocasines de Tod’s cuando unos idénticos valen 49 euros en Zara? No, pues.

Eso ya no nos tienta y es lo que hace de Amancio Ortega un ganador en el nuevo lean vs luxury market. Hay menos dinero pero sobretodo otras formas de gastarlo.
Comer bien y sano una de ellas, vestirse cheap and chic, otra, ¿porque con una cartera de miles de dólares Quo Vadis, Domina?


Hay algo fresco y nuevo en este personaje que está surgiendo post pandemia. Monta bici, camina más, bota menos.
Le estoy agarrando cariño.
Cree en un mundo con recorridos distintos. Senderos más planos pero no más chatos donde los encuentros serán más fluidos y sorprendentes y cada minuto será un regalo.
La piel antigua que va dejando por el camino se ve tan pre-Covid, tan pasada de moda.

“Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano”**
*¡Con tal que no resulte la Gran Pandemia del 2020-2021!
**”Instantes” poema de Nadine Stair, poeta norteamericana y no de JL Borges como piensa casi todo el mundo
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