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Inventando.

Un espacio para contar historias

La levedad del ser

  • Foto del escritor: Maki
    Maki
  • 11 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

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Y si la gran incógnita de la post pandemia no fuera cómo salimos adelante sino cómo andaremos de la cabeza? En varios medios veo que el viento cambió. El daño material ya ha sido analizado y revisado por los mejores gurús del mundo sin que ninguno pueda ponerle un número o una fecha de llegada. Miles de industrias y negocios que venían boqueando desparecerán. A los que pensaban que tenían cinco años para arreglarse les tengo noticias: no sobrevivirán. Time out. Game over. Como dijo Warren Buffet: “Es sólo cuando baja la marea que podemos darnos cuenta quién estaba nadando calato”.


Así como nadie vio venir la pandemia -ni tuvo la receta para frenarla- en lo de la recuperación económica nadie sabe nada. Básicamente todos de acuerdo que líneas aéreas, hospitalidad, retail, malls, cruceros, shows live, conciertos, fiestas, teatro, museos y competencias con espectadores serán los más afectados. (¿Se dio cuenta, amable lector, que estas actividades están todas estrechamente ligadas al placer de los sentidos? Bueno quizás no todos los vuelos eran por placer -hay vuelos que son un calvario- pero en general el avión era evasión, una ventana para salir volando. Analogía barata).


Allí entra a tallar la mente. ¿Qué le sucede a una mente privada de placer? ¿Cómo reaccionan los sentidos cuando han perdido sus estímulos? Mal, pues. Eros, comúnmente reducido a su sentido sexual, es mucho más que eso. Es vida. Es fiesta, belleza, música, naturaleza, comida, arte y baile. Es sentir un cosquilleo de placer o algo más fuerte. Es sentirse mejor. Eso se fue con la pandemia. La peste y sus secuelas terminaron con algo que en francés se llama l’insouciance: vivir o sentirse como una pluma. Hasta hace unos años (¿los ochenta?) vivimos así, despreocupados. El Sida se encargó de matar el amor libre; hoy a nadie se le ocurriría irse de rumba con alguien sin protección. Empezamos a considerar al amor como un enemigo. Por esas fechas arrancó Sendero en el Perú y nos acostumbramos a ver al otro como un enemigo; el 11 de Septiembre convirtió a todos, o a cualquiera, en enemigo. ¿A quién vamos a reclamar que no haya lugar para encuentros imprevistos, para improvisar y partir sin miedo a la aventura, para que se cumplan los sueños? ¿Cómo se vive un encierro sin fecha de llegada, sin derecho a proyectar? Hasta la pena de cárcel más dura, menos la perpetua, tiene límite. No quiero ni pensarlo.


Escucho que hablan de cuando vuelva la normalidad, de vacunas y que “todo será como antes”. ¿Cuál antes? Hace 40 años que venimos cuesta abajo perdiendo espacio y libertad. El espacio donde vivíamos con insouciance.


La calle da miedo. La agorafobia se instala. El horizonte está copado por la presencia de la muerte. El espacio que perdió Eros lo ocupa Tanatos y todos nos repetimos que lo importante es salir con vida. Claro. Pero una vida sin Eros ¿cómo es?


Mi cerebro, puesto en pausa, no la ve.

 
 
 

1 comentario


nicolaskecskemethy
12 jul 2020

Es tremendamente cierto y triste. Lo último que se pierde, dicen por ahí, es la esperanza. Que estaremos esperando ahora ?

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