Sin domicilio fijo
- Maki

- 7 jun 2020
- 2 Min. de lectura

photo Credit: Lawrence Moore
Cada vez que Alexandra Fuller regresa a Zambia a visitar al continente que es el suyo, inmediatamente empieza a hablar con acento africano. Fuller, escritora, británica y africana a la vez, con una vida mil veces más interesante que cualquier novela se desliza sin esfuerzo en la piel de dos identidades. La entiendo perfectamente. Yo soy peruana y panameña. Además tengo un pasaporte británico al cual estoy apegada de manera romántica. Mi marido siempre comentó que sabía cuándo hablaba por teléfono con alguien de la familia en Panamá –uno de mis 25 primos pero más probable mi formidable abuela- porque automáticamente me ponía a hablar como panameña.
Alexandra Fuller vivió en el seno de una familia no se puede más británica y excéntrica. Su infancia la pasa en Rodesia, hoy Zimbabue; la guerra los hace huir a Malawi para terminar en Zambia. En ruta sus padres tienen 5 hijos y pierden 3 en accidentes y enfermedades. Luchan contra los revolucionarios, y las mambas negras que se esconden en los dormitorios; de noche al ir al baño Alexandra y su hermana llevan una linterna para no pisar un escorpión. Su madre: “Nicola Fuller, de Africa del Este”, y su padre: “Tim Fuller, sin domicilio conocido”, están soldados por un amor fiero e indestructible; enfrentan una vida de dolor y sufrimientos inimaginables armados con Uzis, whisky y el típico flema inglés. Nicola a ratos se hunde en el alcoholismo y a ratos en la locura; el padre sobrevive con coraje y sobretodo con un gran sentido del humor y un optimismo a prueba de balas, literalmente. Alexandra ha heredado de sus padres el don de la resiliencia. Sobrevivirá a todo.
Desde chica Alexandra supo que quería escribir. Escribió 9 novelas y la 9 fueron rechazadas. Comprendió que la historia que quería contar era la suya y en 6 semanas escribió “Don’t Let’s Go to the Dogs Tonight” que narra su infancia. Un libro delicioso y feroz. Luego escribe la historia de su madre; el libro que Nicola siempre rehusará llamar por su título y al cual se referirá como “That awful book*”. Ha escrito 2 autobiografías más.
Muchas cosas, aparte de su prosa, me hacen entrañable a Fuller. Ella siempre supo que quería escribir, como yo, pero las novelas se le dan mal, como a mí. En cambio su vida la puede contar de un tirón, igual que yo. Pertenece a dos países, como yo. Vivió en la selva, yo no. Pero en Panamá imaginé que la selva empezaba donde terminaba el jardín de mi abuela, quizás sin mambas pero definitivamente sí con serpientes. Hoy Alexandra vive en las montañas de Wyoming y yo en las montañas de la Patagonia, lo más parecido a Wyoming que hay.

Cada vez que Nicola tenía que huir abandonando todo, solo rescataba el juego de ollas de hierro fundido donde preparaba sus mejores curries. Mis curries no son malos y mis ollas de hierro fundido van conmigo a todas partes.
(*”Ese libro espantoso”)




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