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Inventando.

Un espacio para contar historias

¡Suspense!

  • Foto del escritor: Maki
    Maki
  • 8 nov 2020
  • 2 Min. de lectura

Por lo general el martes ya sé de qué tratará la columna del domingo. El miércoles empiezo a escribir, sin mucho apuro: total siento que me queda toda la semana.


El viernes reviso y casi siempre hago lo que Stephen King recomienda a los escritores, en aras de cuidar el estilo, en su ensayo (On Writing) “boten el 80%. Total no sirve para nada”.


Para cuando llega el sábado estoy escribiendo y corrigiendo frenéticamente para postear a la medianoche.


Esta semana tenía un tema bien investigado y armadito, nada muy apasionante (no se puede meter un gol todas las semanas) sobre (¡Spolier Alert!): el revisionismo en la historia, el arte y la cultura.

¿No les dije? Nada para emocionarse.


El martes coincidió con que viajaba de vuelta a mi casa y también -y mucho más importante- que eran las elecciones en los EE UU. Empecé a escribir arrastrando los pies y para el miércoles me dije: “Olvídate” y me quedé enganchada al televisor por los próximos cinco días.


Mientras escribo es sábado por la mañana y todavía no sabemos quién será presidente aunque ya tenemos una idea de quién no será. La única cosa buena de esta espera angustiante es que de momento le hemos dado un descanso al Covid que buena falta que le hacía; los nervios y el susto no han desparecido solo que andan concentrados en otro

tema.

¡Qué tal semana! Podrán decir lo que quieran pero pocas cosas se comparan al vértigo de andar trepado en la montaña rusa rumbo a la Casa Blanca. Me he despertado todos los días a las 3.45 am, y conmigo millones de desvelados, a abalanzarme sobre el celu y chequear los números que o no se mueven o se arrastran cómo babosas. Somos expertos en números de votos electorales y sabemos más sobre Pensilvania (PA) Georgia (GA) Arizona (AZ) y Nevada (NV) de lo sano y de lo necesario.

Hoy parece que el ganador será Joe Biden. Esto puede una pésima noticia para un poco menos de la mitad de los EE UU pero es una excelente noticia para casi el resto del mundo cansado de ver al presidente de los EE UU utilizar solo tres modos de accionar: o la burla o la amenaza o la pataleta.




¿Cómo llegamos aquí?


Por gravedad. Trump cavó y cayó en su tumba solito. Al final se encargó de ponerse en contra a millones de personas en el mundo con sus actitudes matonescas y ridículas al mismo tiempo, cosa que no es fácil.


Me queda la imagen terrible y acertada de Anderson Cooper cuando al finalizar el discurso patético y titubeante de Trump del jueves por la noche (creo que su gente lo había empastillado de miedo que lance un llamado a las armas y se cargue del todo la democracia americana) lleno de imprecisiones vagas y alusiones sin fundamento, lo describió como una “tortuga obesa patas arriba”; nunca más podré pensar en Trump sin imaginármelo así.


Quizás ya muchos no esperamos gran cosa de los políticos -yo entre ellos- pero en cambio si esperamos ciertas cosas básicas de cada hombre y de cada mujer. Una de ellas es respeto.


Trump nos faltó el respeto sistemáticamente.

El mundo le está devolviendo la pelota

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