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Inventando.

Un espacio para contar historias

"Fue el mejor de los tiempos. Fue el peor de los tiempos"*

  • Foto del escritor: Maki
    Maki
  • 27 dic 2020
  • 3 Min. de lectura

Cuando Charles Dickens escribió *“Historia de Dos Ciudades” no podía imaginar que 160 años más tarde, la famosa primera frase de su novela le caería como guante a la pandemia.

El año que termina nos volteó la vida patas arriba, se llevó de un plumazo la mitad de la economía mundial, acabó con la libertad y dejó al desnudo las enormes carencias de un sistema que creía caminar inexorablemente rumbo al éxito.


De paso nos cambió a todos.




Esta Navidad, no vale contarse cuentos, ha sido tristona, sin luz. Hemos puesto lo mejor de nuestra parte, pero el ánimo no está. Demasiados muertos, demasiada incertidumbre y como si fuera poco, el miedo ha provocado una ola de recriminaciones y de odio que nos mete más plomo en el ala.

De vuelta a Lima, igual de gris que siempre, la televisión se ensaña con el caos y las pedradas. Las redes se retro alimentan mostrando las manifestaciones más violentas informando mal aunque sea mentira con tal de echarle más aceite al fuego.

Chile 2.



Por recomendación busco en la TV los programas políticos que defienden la ley y el orden. Según un conductor a los culpables del descuajeringue hay que buscarlos en las tertulias parisinas o en el Queirolo; en el despiste mezcla todo: Paris con Pueblo Libre.


Culpables son a) este presidente b) el anterior c) el precedente d) hasta PPK -en el Perú hay casi más presidentes que congresistas. Todos exigen castigos, nadie ofrece soluciones. Después de escuchar al conductor rezumar odio y repetir burlas bobas -muchas con nombre de comida, influencia innegable del food fad peruano- aburrida cambio de canal.

Temo que mi frágil CI no esté para perder ni una neurona más. En otras latitudes estos patas no duraban ni un programa.


En contraste un joven agricultor, ese sí afectado personalmente en su empresa manejada como Suiza, invoca a seguir trabajando, a construir y “a caminar juntos” sin saber que citó a Martin Luther King.


Actualmente hay varios hombrecitos aspirando a la próxima presidencia (¿otra más?) con una excepción que posiblemente no anime a los votantes: siempre un futbolista jala más que un pensador.

Mientras queda al desnudo el fracaso de todos los gobiernos anteriores por no resolver el tema salud, cuando había plata y ni darle agua a la gente. No seamos demasiado duros.

¿Qué se puede esperar aquí cuando los EE UU, primera potencia mundial, con 4% de la población mundial tiene 25% de los muertos por el Covid y un loco que gritonea o juega golf el día que el centro de Nashville estalla en pedazos?

Nada, pues.


Wade Davis* da un ejemplo demoledor. La cajera de un resort en Canadá sabe que muchos de sus clientes tienen casas más grandes, coches más lujosos, más plata que ella. También sabe que si su hijo se enferma será tratado igual que el hijo del cliente más rico. En realidad será tratado igual que los hijos de Justin Trudeau. Eso y solo eso garantiza la paz social.

La gente no quiere casas con piscina ni coches de lujo, quieren saber que no se van a morir boqueando por aire en la puerta de un hospital.


Esta Navidad es dura, pero me ha tocado peores.

En una vida de trashumancia la Navidad viene sin garantías.

Una vez me agarró comiendo sola en un restaurante de Miami, donde el mozo cubano encantador me dijo que cuando terminara su turno nos tomábamos un café. Allí aprendí algo que sirve también para hoy.

No importa los regalos, ni el arbolito, ni el pavo importa que alguien se acerque.




La socia de la pandemia es la soledad.


Podemos empezar por mirar más al otro, buscar el que esté solo en la reunión o en el restaurante y meterle letra. No podemos reunirnos, pero podemos enviar más mensajes, llamar a alguien y darle un regalo inesperado.

La cultura Disney/Hallmark me da urticaria -a fuerza de empaquetar y comercializar sentimientos los trivializó- pero creo en nuestra humanidad, en nuestra capacidad de asombro, en reinventarnos y trascender el momento.


En la calle hay una vieja sentada en la vereda pidiendo limosna, me acerco y le doy tres monedas.

A la salida del súper me enseña su ojo con un vendaje sanguinolento y me cuenta su drama; ya detectó que soy un marshmellow.

Tres billetes más tarde me colma de bendiciones invocando “que tu pareja no te deje nunca”.


Al borde la emoción -manejo pésimo la gratitud- le contesto que no se preocupe ¡que no me lo puedo sacar de encima!


Mientras tanto Voyager 2 viaja hacia la estrella Ross llevando un mensaje de los hombres. Llegará a su destino en 193,000 años cuando la Tierra ya no exista.

No importa. Sabemos que vamos a bordo.





*Wade Davis: “The Unravelling of America”.

 
 
 

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