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Inventando.

Un espacio para contar historias

No es lo mismo ni se come igual

  • Foto del escritor: Maki
    Maki
  • 12 jun 2021
  • 3 Min. de lectura

Flor de resaca. Los peruanos no sabemos si echarle mano al Panadol, la bolsa de hielo o correr a los botes salvavidas.


El día después de las elecciones nos empezó un dolor de cabeza que ya podemos buscarle el motivo, igual el condenado no se va. Lo primero fue ver a quién echarle la culpa del huaico que nos cayó encima, aunque la cosa no haya terminado aún: aún no ganó fulano, zutana todavía puede ganar pero lo cierto es que el país ya perdió. Y ¡ojo¡ no solo por las elecciones que son la punta visible del iceberg, sino porque hace rato íbamos de frente contra un muro y seguíamos con la cabeza metida en el arena por no decir en otra parte.


Para empezar tenemos el promedio más alto del mundo per capita en muertes por Covid. O sea: podio. Tenemos las conocidas e inaceptables carencias que hasta hace poco estaban en la hornilla de atrás y que no molestaban a casi nadie: agua, salud, educación y vivienda. Está la fosa enorme, no entre ricos y pobres porque para el caso más ricos hay en muchas partes del mundo sin que exista esa fosa (Canadá por ejemplo, o Suiza o Australia) la fosa nuestra viene no de la desigualdad de ingresos -que ayuda- sino del hecho que el otro no existe. El otro llámese serrano, indio o cholo (palabra que nunca, jamás, he usado porque me ofende) no existe. No tenemos una identidad compartida, no somos parte de un mismo universo, en el ideario zoológico humano es otro tipo de animal. Por eso es que es inútil hablar de comunismo o de economía de mercado. La cosa no va por allí. La cosa va por decir: “mírame, aquí estoy, este también es mi país ¿o acaso sabes cómo me siento, a que le temo, con qué sueño?”


Hay quienes ya encontraron su culpable. Soros, El Foro de Sao Paulo, la inteligencia cubana, Maduro, Soros, “la gauche caviar” (que poco o nada tiene que ver con la que se fundó en Paris) el Alba, Soros, las ONG, y la prensa. A la prensa le hacen apanao tirios y troyanos. La derecha porque la acusa de estar llena de rojos infiltrados y la izquierda porque grita que está al servicio de la oligarquía. El toro la agarra de todas maneras.


Hubo un error de base que le costará caro no solo a la prensa sino al país. En realidad dos errores. El primero fue que en un ejercicio más de egos que de principios, los candidatos quienes con pequeñas diferencias defendían los principios democráticos y los valores de la república y representaban un cómodo 60% de los votos o más en vez de unirse se fueron cada uno por su lado. Y el voto se atomizó. El segundo es que la prensa hizo de esta elección una opción entre dos candidatos malasos en vez de hacer de esta elección una opción entre dos países y dos formas de vivir: en democracia o en totalitarismo. Esa era la elección. Poco importa que a la China no la quiere casi nadie o que el Profesor sea un ignorante, lo importante es ¿en qué país quieres vivir? Esa era la única pregunta. Se gastó ríos de tinta tratando que la gente perdone/quiera/se enamore de la China y otros ríos de tinta tratando de corregirle el discurso al Profesor diciendo que en realidad no quiso decir lo que dijo, sino todo lo contrario.


Mientras -y aquí viene el quid del asunto- la prensa que últimamente anda sin brújula confundió “imparcialidad” y “neutralidad”. La prensa, señores de la prensa, puede y debe ser imparcial. Debe dar espacio a todos e informar sobre todos. Lo que no pude es ser neutral. Nunca. Por eso es que leemos la prensa, para que nos señale donde está el peligro, que es lo que hay que evitar, por donde se ve mejor el camino. La prensa abandonó ese rol, se volvió timorata, temerosa que la opinión pública y las redes –hoy con más poder que nadie- la acusen que “no es neutral”. Justamente de eso se trata: de no ser neutral. Los que creemos en la república –y también exigimos cambios para terminar con las carencias vergonzosas y las conductas inaceptables con un tercio de la población- queremos una prensa valiente que defienda lo que cree, una que trace una línea en el suelo y diga “de aquí no paso”.

No lo ha hecho. No lo hace.


Cree, equivocadamente que todo tiene el mismo valor. Que un candidato o un postulado merecen el mismo espacio que el otro. Esto no es así cuando uno de los postulados predica aniquilar nuestros valores y echar por la borda la república.


Una cosa es libertad de expresión y otra defender nuestro sistema de vida.

No es lo mismo ni se come igual.






 
 
 

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